En cierta ocasión oí este pensamiento que me pareció tan cierto, y que con tanta frecuencia olvidamos.
Podemos observar a las niñas poniéndose los zapatos de su mama; a los niños imitando la profesión de sus padres, y en ocasiones imitando el heroísmo de sus superhéroes. En sus juegos, podemos ver que no solo están jugando, sino que están imitando modelos.
Resulta admirable ver que niños adoptados, presentan en sus comportamientos similitudes a los que con cariño les acogieron en sus vidas y en sus hogares, aun sin tener ningún lazo de sangre que les una.
Pero también podemos ver que hay niños que se convierten en adolescentes irritables, que practican el bullying entre sus compañeros de escuela y amigos, y que desprecian la autoridad de los mayores y se divierten con travesuras que ofenden a otros.
Los hijos son el reflejo ciertos de lo que ven en sus padres. Si reflexionamos al respecto, podremos entender la importancia enorme del modelaje de un padre para con sus hijos.
Algunos padres piensan que, supliendo todas las necesidades físicas, ya cumplen con su responsabilidad como progenitores. Sin embargo, olvidan que ninguna persona en el mundo y en toda la vida de esa pequeña criatura, tendrá la oportunidad, ni la ascendencia que un padre puede tener, al impartir una buena y bien pensada educación en el hogar.
Los niños necesitan buenos modelos en sus vidas. Si no somos capaces de reflejar a nuestros hijos lo mejor de nosotros, hemos fallado como padres.
No estoy hablando de reglas y sermones, estoy hablando de modelaje, lo cual es hablar con nuestro cotidiano comportamiento y hábitos. Es necesario que nos preguntemos frecuentemente:
- ¿refleja mi comportamiento los valores que defiendo y predico con palabras?
- ¿Mi vida es un modelo digno de ser imitado?
- ¿Soy una inspiración para mis hijos o un instrumento de desánimo y rendición?
- ¿Se sienten cómodos, mis hijos, al pasar tiempo conmigo?
- ¿Sienten ellos que invierto tiempo para escucharles e interesarme en ellos, en sus metas, preocupaciones y anhelos?
- ¿Les conozco lo suficiente como para reconocer sus puntos débiles y fuertes y así poder saber cómo ayudarles cuando se presente la ocasión?
- ¿Es mi influencia tal, que soy un buen incentivo para motivar el aprendizaje nato que tienen los niños desde temprana edad?
- ¿Trato amorosamente a mi pequeño como un individuo distinto, valioso y libre?
- ¿Doy la imagen correcta de quien soy sin exageraciones ni alardes, siendo quien soy con virtudes y defectos para que se sienta en libertad de ser él mismo?
- ¿Le dedico palabras de cariño y estímulo para que pueda descubrir como amar a otros?
- ¿Le permito asumir las consecuencias de sus errores y a recibir las bondades de la victoria recibida cuando hace lo correcto?
- ¿Cómo padres, acordamos juntos las normas de manera precisa y clara que deben ser respetadas y bien conocidas, y de esa manera aprender a obedecer sin dilaciones ni excusas?
Son muchas las cosas que podríamos decir al respecto, sin embargo, debemos siempre recordar los sueños que tenemos con nuestros hijos y esforzarnos por sembrar lo mejor en ellos, no con palabras solamente, sino mucho más con nuestro ejemplo cada día.
Educadora, Ana M. Vargas
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