Al leer este artículo en www.taringo.net, inmediatamente consideré publicarlo en mi página, debido a o importante del tema. Espero que sea de mucha ayuda para todas las parejas como ustedes.
Uno de los mayores enemigos del matrimonio es la mala calidad de la comunicación. A modo de ejemplos de áreas conflictivas, señalaremos doce errores de notable frecuencia en una discusión matrimonial. (Por lo extenso del artículo, ahora solo colocaremos 4 de los 12)
1) Descalificar
Cuando se discute, al menos uno de los cónyuges se siente herido y presa de la ira. Con deseos de saciar su cólera, desea herir al otro haciéndole sufrir un poco al menos, así como él sufre. Se grita, se ofende, se descalifica, se burla, se remueven heridas. El centro de la disputa queda focalizado en atacar y ganarle al otro. No se busca primariamente encontrar una solución.
Este mecanismo excluye, por lo tanto, cualquier opción cordial de escuchar al otro. Quien se hiere busca venganza… y el círculo vicioso se crea. Los oídos se van cerrando y se siente que cualquier grado de concesión es una forma de ser derrotado. Y en una guerra nadie quiere perder.
Un buen mecanismo de defensa de la pareja consiste, por tanto, en evitar descalificar al otro. Mientras menos lleguemos a herir al otro, mayor disposición obtendremos para solucionar lo que nos duele. Si el otro no se siente en posición de batalla, no tendrá problemas en ceder o en mostrarnos su punto de vista y aclararnos, por ejemplo, un error que nosotros mismos podríamos haber cometido.
2) Sólo el problema
El rencor y el dolor son malos consejeros. En el momento de una discusión lo frecuente es que sólo venga el recuerdo de qué es lo que odiamos en el otro, su pasado ofensivo y sus costumbres irritantes. Por lo tanto, el detonante que hizo estallar en ese momento pareciera ser en sí mismo el punto a debatir. Sería ridículo negar que objetivamente ha ocurrido un “algo” que detonó esa bomba. Y pelearse durante horas por la interpretación de ese “algo” no ayudará a nada más que a acumular nuevas heridas y formas de agresión, física o psicológica.
Sin embargo, lo usual es que sea el problema el protagonista de la discusión. Modificar este robo de protagonismo puede contribuir a solucionar la riña.
Por ejemplo, desplazar la atención, presentando el problema como si fuera real y buscando salidas o soluciones al mismo. No importa si es real o no: quien cedió sabe que en algún momento se aclarará todo y se suprimirán algunas medidas. Pero al menos no se continuó con el desangramiento afectivo.
Otro mecanismo conveniente es intentar enumerar las complicaciones o dificultades que se encontrarán en la salida de un problema y valerse de las soluciones propuestas como espacios apropiados para trabajar en equipo. La cercanía puede ser un primer paso para sanar las heridas.
Una solución, sólo por responder a un planteamiento particular, no implica que realmente sea la respuesta a un conflicto real. La salida que se encuentre debe ser justa para ambos, no sólo para el que grita más fuerte o hiere con más fuerza. El error de ceder tempranamente es que, para ganar confianza como pareja los acuerdos mutuos deben cumplirse con un cierre, y no sólo limitarse a aumentar un historial de frustración que fácilmente se convierte en arsenal para cualquiera de los dos agresores.
3) Ni el momento ni el lugar
Sin pedir un control que no fue extraño hasta la generación de nuestros abuelos, es importante recomendar a la pareja que procuren discutir bajo condiciones adecuadas. Una regañina a la salida del trabajo, frente a los compañeros laborales o frente a la familia o amigos puede llegar a ser más dañino por el lugar y momento que por el tema de discusión en sí mismo.
De ser posible, ha de buscarse un espacio de armónica intimidad lo más a la mano posible. Un lugar que propicie la libre expresión de lo que se siente y la búsqueda de soluciones y arreglos que lo superen.
Recordar, también, la pena que siente quien se deja desbordar por la ira cuando recuerda el papelón que hizo vivir a ambos cónyuges o el daño ante seres queridos es un buen aliciente para evitar caer en esta tentación.
Una sugerencia interesante es acercarse a un lugar abierto, con entorno natural, o bien un espacio de íntima calidez que derrita el hielo que se instaló entre ambos.
4) El egotismo a descubierto
Un tema recurrente en entrevistas con parejas en la falta de atención que sienten los cónyuges. Lo curioso es que no pocas veces suele ser la primera vez que lo oyen de labios del otro. Y es que al discutir con frecuencia nos encerramos en nosotros mismo, en nuestros demonios y pasiones. Y nos cegamos y aturdimos respecto al otro. Ni le oímos, ni vemos más que para medir el efecto de nuestro odio desbordante y la rabia que nos da su torpe reacción.
A cambio, sostener una discusión donde nos regalamos por entero al otro, en un acto de donación conyugal digna del amante más perfecto, puede ser el comienzo de un gran cambio en las cosas. Si bien acariciar al otro no es lo más indicado de entrada, sí lo es cuando la intimidad y cercanía nos expresan mejor al concluir y proponer salidas conjuntas. Mirar a los ojos. Escuchar sin interrumpir, respirar con calma son señales muy bien recibidas por el otro, que apartan del todo el clima de “guerra matrimonial” tan tristemente frecuente. Pusimos fuera toda muestra de crítica o ánimo de herir.
Como señaláramos arriba, se trata de un momento adecuado y de un lugar conveniente. Por lo tanto, no es lo más recomendable estar dedicados a otra actividad mientras se discute, ni ocupados con otros temas en mente. Quien discute quiere decir algo. Y quien responde quiere ser oído. ¿No es fácilmente predecible el feliz resultado de darnos por enteros en ese momento de intimidad conyugal?
Les animo a que reflexionen sobre estos aspectos, y así evitar cometer tales errores entre ustedes. En el próximo artículo colocaré los otros cuatro (4) errores en la discusión de pareja. ¡No se rindan!