Tantas situaciones placenteras de la vida corriente nos generan una mezcla de alegría y tristeza. Unas vacaciones que se agotan o ya se terminan, una entrañable comida, una buena tertulia y muchas otras vivencias humanas nos hacen experimentar la sensación de que se terminan, que la vida se escapa; nos agarramos a lo vivido, muchas veces lo fantaseamos, nos sentimos impotentes ante la vida. Nos olvidamos del futuro, de lo que queda por hacer.
Aunque lo canten los poetas y lo experimenten tantos, el amor no se escapa, no pasa dejándonos enredados en la melancolía. El amor no es algo que llega, juguetea y se va; el amor es para siempre.
Si el amor es sentimiento, afecto o emoción es lógico sentir que se escapa. Si es intimidad, reciprocidad, don de sí, irrevocabilidad y fidelidad; la sensación es la contraria: un reto, camino por el que voy, promesa posible.
¿Cómo prometer a quien amo que siempre voy a sentir emociones o sentimientos como los que anhelo? Sin embargo sí es posible prometer fidelidad, entrega, caminar juntos. Y cuando así se plantea el amor, el amor verdadero, la realidad es alegre y llena de posibilidades, futuro; porque todo eso está al alcance de la mano, está por hacer y es además un reto apasionante.
Un amor cuidado crece y alimenta la emoción y el sentimiento. Y a pesar de nubarrones o lluvias, se anda el camino, juntos; llenos de ilusión y confianza por saber que es posible.
El amor no se escapa: se presenta cada mañana y en cada esquina; en cada tarea por hacer. Sólo se trata de mirar al amor verdadero y disfrutar de las flores del camino pero sin distraerse con ellas.
Publicado por anibal Cuevas
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