Ocurre entre los cuatro y los diez años de casados aproximadamente. Ya ha finalizado la luna de miel y el proceso de adaptación. Ahora hay un mayor conocimiento del cónyuge y es probable que las desavenencias sean más frecuentes; o lo contrario sean menos, producto de la madurez adquirida en la primera etapa de convivencia.
En algunos casos puede venir la desilusión y la duda de no haber elegido bien a nuestra pareja. Es muy importante resolver estas dudas y superar los aspectos que nos han desilusionado para llegar a reafirmar la estabilidad del hogar. Pero en ocasiones la inmadurez, la terquedad y la idealización de lo que esperábamos de la relación, puede llevarnos a la infelicidad, y a sentirnos insatisfechos. Siendo este tipo de crisis el mayor causante de divorcios.
También hay otros conflictos como la polarización y el aburrimiento, la mayoría de las cuales entran en el matrimonio durante este tiempo.
La tarea en esta etapa del matrimonio es persistir en el amor aunque la realidad lo golpee. Las parejas andan siempre de prisa, persiguiendo metas, ganándose el sustento, criando hijos, tratando de pagar la casa, el auto, o sencillamente la comida diaria. El mismo oleaje que los lleva hacia adelante también les quita la fuerza de avanzar en el amor.
Por ser esta la fase donde la mayoría de los cónyuges aterrizan; el amor va más acompañado de la razón que del sentimentalismo. La voluntad juega un papel importante en el binomio compromiso-entendimiento. Cuando los sentimientos parecen disminuir la decisión de amar a la persona escogida entra con mayor fuerza para sostener la relación en sus momentos más difíciles.
Para que funcione el matrimonio, durante este período, se requiere tiempo y esfuerzo, las dos exigencias cuya provisión es muy escasa en esta etapa, que es la más atareada de la vida. Pero también se requiere decisión y voluntad de superar los obstáculos que se han encontrado en el camino.
Al convertirse en padres; hecho que implica retos diferentes y una nueva organización de roles, Los cónyuges deben evitar que la dedicación que requieren los hijos, no desplace la relación. También hay que velar para que los compromisos de trabajo, y las demandas de la vida diaria no inicien un gradual distanciamiento entre los cónyuges.
Esto significa que ya no debo vivir para mi bien, sino para nuestro bien. Significa que mi vida y su desarrollo quedan inseparablemente enredados con la vida de mi cónyuge. Nuestras vidas son para compartir entre nosotros. Debe existir entre nosotros un nivel de comunicación que no existe en ninguna relación que podamos tener con cualquier otra persona.
Debido a que se han cometido muchos errores en la relación, y las heridas y malos entendidos se han profundizado, el pedir perdón y el perdonar deben ser el arma más poderosa para erradicar el resentimiento, la desilusión y el desencanto. Esto debe ser hecho de forma verbal, pero acompañado con el cambio de conducta que se convierte con la confirmación de lo expresado.
Una de las mejores maneras de detener el alejamiento entre parejas es encontrar tiempo para pasarla juntos, es simplemente hacer acostar a los hijos a una hora adecuada. Le sorprenderá la cantidad de personas que no lo hacen. Los chicos, especialmente los pequeños, necesitan el sueño y usted y su cónyuge necesitan tiempo a solas.
No pierdan los detalles de la época de la conquista, busquen agradarse mutuamente. Es tiempo de reconocer que el amor, el romance y el respeto no es para el gozo exclusivo de los solteros. Es tiempo de comprender que el reto de retener el amor, la estima y la pasión del cónyuge requiere más esfuerzo que la tarea de ganarse un cónyuge en primer lugar. Se requiere diligencia y bastante trabajo hacer arder una gran fogata, pero una vez que esté ardiendo se requiere mucho más esfuerzo para mantener el fuego. Igualmente en el matrimonio.
¿Cómo puedo mantener el fuego? Cada persona casada tiene que hacerse esa pregunta. Si enfrentas cada día con esa mentalidad, descubrirás bastantes oportunidades para ser de bendición, ánimo y alegría a aquel individuo con quien te casaste. Y también disfrutarás de lo mismo para ti. Recuerda, ¡No rindas!
Pastor, Eliezer Pérez.