Cuando tuve a mi primera hija ella solía tener, como todo niño, la cualidad de sacarme de mis casillas y convertirme en aquella persona que no quería ser. Los gritos, las descalificaciones, el desespero y la ira, tomaban el lugar de mis buenos intentos de no repetir lo que había visto en otros. Pero, ¿cómo lograr controlarme y parar la provocación de una criatura que me ponía contra las cuerdas cada vez que le placía?
Lo primero que tuve que poner en mi mente y mi corazón, fue que mi posición referente a ella, era distinta. Tuve que apropiarme del hecho de que “Yo era el adulto y la madre”. Reflexioné que no era adecuado que una pequeña utilizara la manipulación para llevarme a su terreno y desafiarme a seguir su juego.
Esta es una situación muy frecuente en la vida de todos los padres. El niño, por alguna razón, sabe donde esta el “botón de estallido” de sus padres. Es común ver los berrinches en el restaurant, las peleas en el carro y los retos en el hogar.
Cuando entendemos y nos apropiamos de nuestro papel de adultos responsables y visualizamos lo que como progenitores queremos sembrar en nuestros hijos, nos percatamos de nuestro gran compromiso y desafío. No podemos dejarle a los niños el control, porque desconocen las implicaciones y consecuencias de sus acciones. Al no asumir el control, empezamos a fomentar conductas inapropiadas en el niño que terminarán trayendo mayores problemas, y con los que tendremos que lidiar mas tarde. Es como tirar a rodar una bola de nieve, que mientras mas grande se haga, mas desbastadora será.
En cambio, cuando nos ubicamos en nuestro papel, teniendo en mente las metas que deseamos alcanzar en esas pequeñas vidas, podemos entender las implicaciones y las acciones que sin tardanza deben tomarse para corregir el curso de lo que hacemos. Si su meta es que sea un niño educado socialmente, por ejemplo, tenemos que estar atentos a esos momento en que tenga que demostrarlo y así evaluar su desempeño. Si su meta es que el hogar sea el lugar en donde aprenda a ser paciente y conciliador, es usted quien debe comenzar a dar el ejemplo.
Lo segundo que entendí fue, que toda situación tiene una causa. Las conductas inadecuadas del pequeño solo son luces rojas que nos alertan de una situación en curso. Cuando un niño acusa un comportamiento inadecuado, simplemente nos esta diciendo algo que el no logra comunicar o manejar adecuadamente. Veamos su conducta como una buena oportunidad para ayudarle, antes que amenazarle o castigarle.
Es importante aprender a controlarnos y no ceder a la invitación de conflicto que hace el pequeño. Nuestra respuesta en este tipo de situación es básica, ya que si nos mantenemos bajo control le romperemos el juego, al cual nos ha acostumbrado y terminará entendiendo que ya no puede manipularnos más.
Lo tercero que tuve que aceptar, es que los niños son niños. Se les derrama la leche por sus regordetas y torpes manitos, se aburren, se levantan de mal carácter, tienen preocupaciones por la escuela, sus amigos y hermanos. Son descuidados y no le dan importancia a las cosas que nosotros, como adultos, le decimos o damos. Como ser humano, el niño pasa por malos momentos y tristezas. Debe ponerse en su lugar, y como adulto, ser un facilitador para ayudarle a la resolución de sus conflictos, debido a que usted conoce sus limitaciones.
Tenga presente que cada vez que el niño le provoque, le está invitando a una pelea de calle como la que ellos ven en la escuela y que somos nosotros los que tenemos el deber y la opción de no aceptar la invitación. Deje pasar el momento y espere el escenario correcto de respeto, para discutir de forma amable y sabia. “Deje que las aguas vuelvan a su cause”.
Allí, podremos exponerle al pequeño nuestro malestar por el mal momento vivido y dar las advertencias debidas al caso. Recordemos que después de responder a un desafío infantil de “choque de trenes”, lo que queda en nuestro corazón es culpa por habernos dejado llevar, y en el caso del niño, quedará la mala idea de cómo pedir atención. Esto le llevará a tener una deforme noción de nuestra autoridad ante sus ojos. De igual manera la culpa quedara sembrada en su corazón, la cual le llevara a desarrollar nuevos conflictos.
Rompamos el juego del desafío infantil sin tardanza, desempeñemos nuestro papel de padres sin demora y sin resquemores, ya que los beneficios no se harán esperar y nuestros hijos nos lo agradecerán al llevar una vida mas apropiada y armonizada con su medio ambiente y con otros adultos.
Educadora, Ana M. Vargas