Cuando hablo de soledad, no me refiero a la ausencia de compañía, sino a aquella que se experimenta, aún cuando estemos rodeados de personas. Debido a circunstancias reales o forzadas, los padres se encuentran divididos entre el trabajo y la atención a sus hijos. Esto, aunque resulta en una mejor economía, ha dejado como secuela menos tiempo a la atención del hogar, y por consiguiente, el descuido de las necesidades emocionales de los pequeños.
Los niños de hoy, aprenden rápidamente a desarrollar papeles de adulto, como por ejemplo el cuidado de sus hermanos menores y de si mismos. Los vemos en ocasiones indefensos, desempeñándose en papeles para los que no están preparados, y que en ocasiones, traerán consigo equivocaciones o exigencias difíciles de alcanzar, debido a la falta de modelaje de los padres. Todo esto como consecuencia de padres ausentes, lo que produce en ellos un sentimientos de soledad, ansiedad y duda.
Esta puede ser una causal para desarrollar un sentimiento de insuficiencia o abandono ante las exigencias enfrentadas, y ante la falta del asesoramiento paterno.
La soledad es un sentimiento o estado emocional subjetivo, porque no depende necesariamente de un acontecimiento real, sino de como es percibido por el individuo en particular. Esta comienza por anidarse en forma de tristeza o inadecuación en los corazones inexpertos de los niños que son forzados a ejercer roles que no les corresponde.
Debido a las profundas necesidades económicas que viven nuestros países, observamos cada día una mayor cantidad de padres, que abandonando sus hogares, se aventuran a explorar otras posibilidades en otras tierras, dejando a sus hijos con familiares o amigos que nunca podrán cubrir su ausencia. Aunque nos parezca necesario y excusable, nunca podremos entender el abandono y la soledad que por muchos años los hijos experimentaran.
Pongamos atención a estos factores que podrían producir sentimiento de abandono en nuestros pequeños:
Sentimientos de ansiedad y duda, respecto a si mismo o hacia los demás. Es importante, que siempre los padres puedan tener para ellos, palabras de estimulo y reconocimiento sincero que les afirme aquellas áreas en las que sabe que él necesita estimulado para seguir intentándolo.
Inseguridad con respecto a sus habilidades, juicios y metas. En ocasiones pueden no confiar en sus propias decisiones y sentimientos. Resulta necesario recordar que la etapa infantil, conlleva consigo, el entrenamiento en nuevos desafíos personales que no resultan fáciles de afrontar; para ello, los padres requieren mostrar paciencia y confianza, aunque los resultados no sean los esperados. Hay que recordar que todo entrenamiento incluye errores que serán cometidos por la falta de destreza del aprendiz. El niño debe acomodarse a la idea, de que aprender a ejercitarse en algún área de la vida, requiere montarse sobre sus errores para aprender de ellos y cada vez hacerlo mejor.
Baja autoestima, lo que le motiva a esperar que otros piensen o crean lo peor de él, lo que empeorará su relación con otros. Puede que asuma que no importa lo que haga, siempre llevara la de perder y será rechazado o estigmatizado.
Preste atención a estos factores en la crianza de sus hijos y haga lo mejor para ayudarlos y para que se sientan acompañados y apoyados por usted. Estas son luces en el camino que le pueden indicar un nuevo rumbo en sus vidas, y en la solución de una mejor relación con ellos y con el mundo que les rodea.
Educadora, Ana M. Vargas
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