Por la cultura machista podríamos decir que el hombre es el que manda en la casa. Esta manera de pensar y de vivir ha causado muchísimos problemas en un sin número de matrimonios, llevándolos a destruirse por completo. La pregunta que surge es: ¿Se necesita que alguien mande en el hogar?
¿Qué sucede cuando alguno de los dos asume el mando? Decide sin pedir opiniones ni consejos, determina qué se hace y cómo, no tiene en cuenta los deseos, necesidades, sentimientos del otro, lo más seguro, es que en ese hogar se viva un ambiente tenso, frío y temeroso.
También existirá una relación de subordinación, lo cual es nada sano y constructivo. La persona con un autoestima deficiente, asumirá el papel de sumisión, dejándole fuera de la toma de decisiones y de la conducción del hogar y haciéndole sentir cada vez más menos valor.
En lo personal creo que no se trata de quien manda, sino de quien asume la responsabilidad primordial de la familia, y eso es otra cosa. Lamentablemente, responsabilidad se ha confundido con mando. Dios enseña que el liderazgo del hogar debe ser asumido por el hombre, sin embargo, ese liderazgo es para ser compartido con la esposa quien es la ayuda idónea, adecuada, que está a su lado.
Un buen líder del hogar trabaja en equipo. Esto implica que involucra a la persona más importante de su vida en la toma de decisiones y todo lo que tiene que ver con el presente y futuro de la familia. Como matrimonio que son, el trabajo en equipo es el que debe primar. En la pareja los dos tienen derechos y la capacidad de conducir el hogar y formar a los hijos. Ambos tienen que sentirse responsables de la conducción del hogar, siempre teniendo en cuenta que ante la sociedad y Dios, él hombre debe dar la cara.
Lo mismo es en una empresa. Hay muchas personas involucradas en la tarea y también en la toma de decisiones pero, hay un coordinador, gerente o presidente, que asume la responsabilidad que le corresponde como líder ante los demás.
Para poner la familia en equilibrio es necesario la comunicación. Esta debe ser profunda. El poder debe estar distribuido entre ambas partes, de lo contrario no tardarán en aparecer los conflictos. Juntos puedan delegarse las responsabilidades y tareas, conscientes que lo importante es la estabilidad y el éxito de la familia. También, que funcione sanamente y que los cónyuges se sientan amados, respetados e integrados en todo el rol familiar.
Les animo a que piensen en este tema, y decidan hacer que el matrimonio funcione mejor. No es fácil, pero es posible. Solo tomen el tiempo y hagan las decisiones necesarias de forma conjunta. Ustedes pueden lograrlo.
Pastor, Eliezer Pérez.
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