Eric Berne, fue el creador de una teoría psicológica llamada “Análisis Transaccional”. El plantea que todo ser humano tiene la necesidad esencial de ser tocado y de ser reconocido por otros. A estas necesidades Berne las llamó “hambres”. Hoy hablaremos en particular del hambre de caricias.
Cuando hablamos de caricias no nos estamos refiriendo simplemente al contacto físico sino a “cualquier acto que implique el reconocimiento de la presencia del otro” (Eric Berne, 1966). Tenemos entonces que las caricias no son dadas solamente a través de un toque sino a través de acciones que reconozcan al otro como individuo y reafirmen su posición existencial (“eres lo suficientemente importante como para darte mi atención”).
Cuando somos niños necesitamos las caricias que impliquen un contacto físico a través del cual se nos haga sentir vivos y tomados en cuenta. Cuando crecemos estas caricias físicas son en parte reemplazadas por otros actos que nos transmitan ese mismo mensaje de reconocimiento.
A través de un gesto, una acción, una palabra e inclusive una mirada, podemos darle una caricia al otro. Imagínese por un momento caminar por la calle y que nadie le mire. En vista de esto usted se detiene e intenta conversar con alguien, a lo cual el individuo no le responde y ni siquiera voltea a verle. ¿Como se sentiría usted? Ignorado, frustrado, no valorado, atemorizado, etc. Imagine que esto le sucede en todo momento; sin duda alguna esto dejaría secuelas grabes en su autoestima y en su persona. Es así como ser reconocido a través de las caricias es una necesidad; es algo de lo cual todos y cada uno de los seres humanos estamos hambrientos.
Berne, destaca dos tipos de caricias: las caricias positivas y las negativas. Por ahora solo hablaremos de la primera de ellas.
Las caricias positivas son aquellas que reafirman al individuo como un ser importante y por lo tanto le hacen sentir vivo, trascendente, e inteligente. Un simple “hola”, un “te quiero”, una sonrisa, una mirada, escuchar los problemas o dudas de la persona, un “muchísimas gracias por ayudarme”, un “valoro lo que haces”, o aun un “buenos días” son ejemplos de caricias que reafirman al otro en su posición existencial.
Cuando un individuo recibe caricias positivas está a su vez conociendo sus aptitudes, sus habilidades y su valor para los que le rodean. Estas caricias positivas, refuerzan su “yo” y le reafirman como una persona que “esta bien”.
Ahora bien, es importante preguntarnos como estamos satisfaciendo esta necesidad en nuestro conyugue y en nuestros hijos o familiares. ¿Que es lo que les estamos transmitiendo con nuestras palabras, acciones, o aun con aquellas palabras o comentarios que evitamos pronunciar?.
Le pido que analice sus palabras, sus acciones y gestos para con los miembros de su familia durante dos días. Al finalizar esos dos días evalúese a si mismo y determine si en realidad les esta dando caricias positivas, o no les esta proveyendo las caricias suficientes para ser reconocidos y asumir la vida de manera saludable a nivel emocional y psicológico.
Querido lector, las caricias no son un lujo, son una necesidad en nuestras relaciones. En los próximos artículos ahondaremos mas en este tema.
Anaely Johanna Pérez
Psicóloga